El enano voltea y mira hacia donde está la cara del negro, y entonces le guiña un ojo. El negro sigue meando, haciendo como que no ve al enano, pero éste sigue viéndolo y guiñándole un ojo. Al cabo de unos momentos, el negro, todo encabronado se gira y le grita al enano:
- ¡¿Por qué carajos me estás guiñando un ojo?! ¡¿te gusté, o qué, pinche enano?!
- ¡¡No salpiques, wey!!
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