- Hola, mamacita. ¿Quieres coger?
Desesperada por las vergüenzas que el condenado periquito le hacía pasar, la señora fue a ver al párroco del pueblo.
- Padre. Ya no sé qué hacer con mi periquito. Se la vive diciendo "¿Quieres coger?" a cuanta mujer ve. Son muchas vergüenzas.
- No te preocupes, hija mía. Yo tengo una periquita a la qué le he enseñado a rezar todo el tiempo. Se la pasa rezando el Padre Nuestro y el Ave María. Traeme a tu periquito y verás cómo mi periquita lo convierte en un alma buena.
Así lo hace la señora. Cuando por fin ponen juntos al periquito y a la periquita, el periquito le dice:
- Hola, preciosa. Qué buena estás. ¿Cogemos?
- ¡Bendito sea Dios! ¡Mis rezos han sido escuchados!
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